Dejar de lado el orgullo es una buena forma de dar el primer paso. No habrá pelea si uno de los dos no quiere, y aceptar eso es asumir parte de la responsabilidad.
Pedir perdón y saber perdonar es otra manera de propiciar un acercamiento. El temor a iniciar de nuevo la discusión o al rechazo no debe impedir el intento. Es mejor saber que se ha hecho todo lo posible para solucionarlo.
Dialogar es una verdadera muestra de afecto y de consideración, una llave al éxito para cualquier pareja. Igualdad, sinceridad y respeto son los elementos que hay que trabajar en conjunto para darle solución a los problemas.
Aprender a escuchar: respetar el turno para hablar lleva a una discusión ordenada y a comprender qué es realmente lo que quiere el otro.
Reconocer sus méritos: no sólo hay que hablar de sus aspectos negativos, seguramente que el otro tiene muchas cosas buenas (por algo elegimos esta pareja). Por eso, tratar de recordarle alguno de sus aspectos positivos puede suavizar el nivel de discusión.
Practicar la reciprocidad para aceptar errores: prestar atención a las criticas de la pareja y, si están bien fundamentadas, no temer a aceptarlas es un paso seguro a la reconciliación. Debemos exigirle a nuestra pareja que tome la misma actitud.