Sin embargo, hay que estar preparados, porque, a veces, la cuestión no surge inmediatamente. Pasado un tiempo, cuando les llega más información (por ejemplo, ven en la te-le a una pareja en la cama), lo relacionan con lo que han visto y pueden salir con cosas como: «¿Están haciendo lo mismo que hacían ustedes la otra noche?». Lo mejor es contestar tranquilamente que sí y seguir con lo que estamos haciendo.
Si el niño quiere o necesita saber más, seguirá investigando y preguntando, siempre que esté seguro de que sus padres le vana contestar claramente y sin enojarse. Para eso es importante no retarlo, por muy fuerte que nos parezca la pregunta (para él no lo es), no mentirle ni irse por la tangente con respuestas del tipo: «Cuando seas grande lo vas a saber», «Los niños no preguntan eso», «¡Qué tonterías se te ocurren!’.
Lo importante es mantener la calma y reaccionar y contestar con la misma normalidad que si nos hubiera sorprendido depilándolos las piernas (para ellos es igual de raro).
Para evitar estas situaciones, lo mejor es tomar todas las medidas necesarias para preservar la intimidad. Cerrar la puerta del dormitorio y enseñarles a los chicos que, cuando está cerrada, hay que llamar y cuando está abierta se puede entrar libremente. Para que respete ese código, los padres tienen que actuar igual y llamar siempre a las puertas cerradas.