Tipo uno: El reformador
Idealista, de sólidos principios. Ético y concienzudo, posee un fuerte sentido del bien y del mal. Le llama la difusión, la divulgación y hasta el adoctrinamiento, a veces con una misión o cruzada. Se esfuerza siempre por mejorar las cosas y teme cometer errores. Bien organizado, ordenado y meticuloso, trata de mantener valores elevados, pero puede resultar excesivamente crítico y perfeccionista.
Lo peor: Rabia e impaciencia reprimidas que se dispararan por sopresa.
Lo mejor: En su mejor aspecto, la persona Uno sana es sabia, perceptiva, realista y noble, moralmente íntegra.
Mensaje inconsciente recibido en la infancia: «No está bien cometer errores».
Mensaje perdido en la infancia: «Eres buena persona».
Miedo básico: A ser mala persona, corrupta, perversa o imperfecta.
Deseo básico y su distorsión: Deseo de integridad. Degenera en perfeccionismo crítico.
Su pecado capital: La ira y el resentimiento. Mantiene la ira reprimida, lo que le lleva a una muy frecuente frustración e insatisfacción consigo mismo y con el mundo.
Tipo Dos: El ayudador
Es una persona orientada a las demás, comprensiva, sincera, bondadosa, amistosa, generosa y hasta abnegada, pero también puede ser excesivamente preocupada, sentimental y aduladora. Desea intimar con otras personas y suele hacer cosas por los demás para sentirse necesitado.
Lo peor: Por lo general, suele tener problemas para cuidar de sí mismo, identificar y reconocer sus propias necesidades.
Lo mejor: En su mejor aspecto, la persona Dos es generosa, altruista y siente un amor incondicional por sí misma y parios demás.
Mensaje inconsciente recibido en la infancia: «Mejor no tener necesidades».
Mensaje perdido en la infancia: «Eres deseado».
Miedo básico: A ser indigno de amor.
Deseo básico y su distorsión: Deseo de identidad. Degenera en necesidad de ser necesitado.
Su pecado capital: La soberbia. Incapacidad para reconocer los propios sufrimientos. Niega muchas de sus necesidades mientras intenta ayudar (o hacerse necesario) a otras personas. Puede caer en el orgullo por propia virtud.