Creemos -¡con razón!- que el amor verdadero es lo mejor que nos puede pasar, y que encontrarlo habrá de asegurarnos un futuro de felicidad. Ahora bien, junto a esa certeza se presentan dudas que nos agobian: ¿cómo encontrarlo?, ¿cómo reconocerlo?, ¿cómo darnos cuenta? Entre la esperanza y la incertidumbre se instalan el miedo al fracaso, la tentación de estirar infinitamente la adolescencia para no atender el llamado del corazón, las relaciones ocasionales y el fantasma de la soledad.
De ese modo, el amor verdadero se transforma en una quimera, en algo que se escapa de nosotros y que se esconde en las fantasías de poetas, escritores y cineastas. Por lo tanto, creemos que nos tenemos que conformar con una versión devaluada del romance, apenas una imitación superficial, dejando nuestros anhelos e ilusiones de lado.
Revista: Todo Libros.