Puedes observar y sentir tu propio cuerpo en conjunto y cada una de sus partes: torso, cabeza, brazos; músculos, piel, huesos; ojos, cabellos, boca… ¿Qué zonas son más sensibles, duras, suaves, o «acorazadas»? ¿Qué partes te hacen sentir bien y cuáles te producen malestar? Al explorar tu cuerpo, aprendes a conocerte y a reconocerte. Pero el efecto de «despertador sensitivo» es aún mayor si compartes la exploración con otra persona; amigo, familiar o pareja.
Durante una hora busca elementos que te estimulen los sentidos. Primero prueba en ti para ver sus efectos: un guante de seda, un cubito de hielo, un pétalo, un cepillo suave…
Aplica los estímulos elegidos a tu compañero de juego, que se abrirá a la experiencia y se dejará hacer y sentir.
Juega con los contrastes. Toca al otro con tus manos para que sienta su calor, después mételas en agua y recorre su cuerpo con tus dedos. Otros contrastes son suave/áspero, duro/blando, dulce/salado, sonido/silencio… Da rienda suelta a tu creatividad.
Aplica estos ejercicios a tu juego sexual. Al despertar los sentidos descubrirás que todo tu cuerpo es erógeno.
- Una nueva dimensión en pareja
Nos lamentamos por la distancia que a veces, con el pasar del tiempo, nos va separando de nuestra pareja; pero lo que ocurre en realidad es que «no podemos verla» porque no nos detenemos a verla y a sentirla, a estar con ella, a percibirla.
La etapa de noviazgo suele resultar plena porque cada uno de los miembros está atento y presente en la relación; pero muchas veces, con la convivencia, la unión pierde su encanto. La paradoja es que se está más tiempo con el otro, pero es tiempo de menos calidad, porque no se dedica a «sentir». Hay muchos juegos y técnicas para aprender a pararse, a reconocerse y reconocer al otro: masajes, caricias, besos, susurros, esencias, una pizca de chocolate, música sensual, un aire cálido, la luz de una vela… Deja volar tu imaginación y acércate al ser que amas a través de sus sentidos.
- Las manos también «comunican»
Para comunicarte mejor con alguna persona querida o cercana, toma sus manos, tócalas, obsérvalas, siéntelas, explóralas a nivel superficial y más profundo; investiga desde su piel y uñas hasta sus huesos, músculos y articulaciones. Observa lo que sientes: ¿su mano es suave, áspera, fuerte, vacilante, sincera, huidiza, cálida, húmeda, seca…? ¿Cómo reaccionas ante ese contacto? Este sencillo juego te une mucho al otro y te hace conocerle mejor.