En estos días hemos estados hablando sobre el nuevo concepto de masculinidad del siglo XXI. Hombres menos prejuiciosos y más creativos, quieren verse bien y entienden el cuidado como una forma de proteger a los demás; son familieros, se muestran más sensibles y seguros de sí mismos.
Entonces, ¿por qué los hombres cada vez se preocupan más por su aspecto? Pues los especialistas aseguran que es una manera de verse bien y de respaldarse a uno mismo, para mantener las costumbres y el respeto por la vida social, porque permite otro trato a nivel laboral o, incluso, porque es una forma de mostrarse más saludable.
Sin embargo, este update del paradigma no se limita solo a lo estético. Además de no sentir verguenza alguna de su afán por cuidarse, estos señores- jóvenes con hijos, mayormente casados o en pareja y de segmentos socioeconómicos medios y altos- se definen como seres más sensibles. En su ranking de prioridades, la familia es lo más importante, seguida del trabajo, la salud y el crecimiento intelectual. Y de un menú generoso en opciones y temáticas, a la hora del voto quedan relegados a los últimos puestos el auto, la religión, las mujeres y el fútbol.
Además, la renovación alcanzó dos conceptos tradicionalmente vistos como pilares de la virilidad. Principalmente, el de «potencia», que ahora aparece más distante del imaginario de fuerza física y tamaño de los músculos, y más vinculado a la posibilidad de cumplir expectativas y objetivos, obtener éxitos en el trabajo y, en el plano personal, proteger a sus seres queridos. Además, en estrecha relación con el anterior, se modificó el criterio de «cuidado». Aun cuando haya una concepción preexistente que, como una capa heredada, subsiste, «hay una convicción de que no se puede brindar algo positivo a los demás si uno no está comprometido e involucrado con su propio cuidado».