Practica con el ejemplo. Los niños siempre intentan imitar lo que hacen sus padres, por eso el mejor ejemplo es el tuyo. Empieza leyéndole cuentos; si ademas suele verte con libros, es probable que se aficione a la lectura.
Empieza pronto. Cuanto antes, mejor. Incluso siendo un bebé, el tiempo que le dedicas mientras le lees un cuento es bien aprovechado. Recibe cariño y apoyo en la suavidad de tu voz, y esto le infunde confianza y seguridad. Se siente querido, atendido. Aunque no entienda la historia, siente el afecto que le transmites.
¿Quién debe leerlos? Cualquier persona en la que el niño tenga confianza: abuelos, tíos, primos, o incluso hermanos mayores, amigos de los padres, etc., o todas aquellas personas con las que el niño se sienta a gusto.
¿Cómo leerlos? Una buena manera es poniendo énfasis en los momentos de mayor emoción. Que pueda ver que tú también disfrutas con la historia. Modula el tono de voz según lo requiera la parte que estás leyendo. Puedes incluso jugar a poner distintas voces. Esto atrapa inmediatamente su atención porque se divierte.
Déjale participar. Es importante. Tal vez le surjan dudas sobre el cuento, te hará preguntas y exigirá respuestas. Puedes atender a sus cuestiones con explicaciones breves y sencillas. También puedes guiarle para que, poco a poco, se responda él mismo y no caiga en el hábito de esperar recibir tu respuesta siempre. Así le enseñarás a pensar por sí mismo y a combatir sus temores.
¿Cuál es el mejor momento? Siempre. Pero hazlo en una situación relajada, cuando el niño y tú encontréis la tranquilidad necesaria. No tengas prisa, ya que es un momento para compartir con tu hijo. Lo más habitual es hacerlo antes de ir a dormir, para que se relaje y pueda adormecerse con facilidad y, al mismo tiempo, le provoque un sueño tranquilo.
Fuente: Revista Psicología.