Si a alguien no le gustan nuestras decisiones o cómo nos vestimos y pensamos, es su responsabilidad, no la nuestra. No podemos ser hoy de una manera y mañana de otra. Tampoco podemos permitirnos que nuestras autoestima y autoconfianza fluctuén al compás de lo que los demás digan o piensen y eso incluye las modas socialmente aceptadas por todos.
Liberarse de la influencia externa no es tarea fácil. Según los expertos, un primer paso sería darse cuenta de que las opiniones ajenas son sólo punto sde vista de quien las expresa, no verdades absolutas. Una buena ayuda es desterrar de nuestro vocabulario pensamientos automáticos negativos como «Nunca seré capaz de» o «Jamás podré», ya que les sigue casi siempre un autoconcepto empobrecedor que no nos permite discernir con claridad que pensamos del asunto ni ser amables con nosotros mismos.