Imaginar escenarios, parejas, personas e incluso sensaciones alternativas a las que nos ofrece la realidad forma parte de la sexualidad humana. No sólo experimentamos aquello que nuestro cuerpo percibe, también respondemos a una serie de estímulos que poco tienen que ver con el tacto o el olfato. Todo aquello que somos capaces de imaginar tiene un efecto en nuestros deseos, así que las fantasías sexuales no son poca cosa.
Precisamente por eso son tan importantes en la vida de pareja, tanto si están presentes como si no. Muchos opinan que el terreno de la cama debe compartirse al 100% para tener una vida sexual satisfactoria. Pero debemos reconocer que muchas fantasías juegan con fuego… ¿deberían compartirse?
Desde luego, esto depende de cada pareja. Las fantasías son una expresión muy personal del disfrute de la sexualidad, y aunque tú y tu pareja sean muy afines, no necesariamente estarán de acuerdo en este punto. Fantasías que involucran a otras personas, de aspecto físico muy disímil o protagonizando una conducta que normalmente nuestra pareja no tiene, puede resultar desconcertante.
Antes de compartir, pregúntate si te es muy necesario hacerlo (lo es si deseas que se cumpla, por ejemplo) y, sobre todo, si no corres el riesgo de lastimar a tu pareja.