Cuando miras al otro a los ojos, en silencio y con atención, logras verle de verdad. Tomas consciencia de esa persona. Te das cuenta de que te has pasado la vida sin ver a nadie y, por primera vez, descubres que el otro existe, está allí.
Cuando estés con alguien, detente un poco y, en vez de intentar hablar de entrada, respira, conecta a través de la mirada. Habla sólo cuando sientas que ha llegado el momento de hacerlo.
Cierra los ojos unos instantes y observa lo que sientes en ausencia de imágenes y luz. ¿Cómo te sientes? Vuelve a abrirlos. ¿Te agitas o estás más tranquilo?
Mírate a los ojos ante el espejo mientras respiras lenta y profundamente. Observa qué sientes al verte. ¿Qué ocurre contigo por dentro? ¿Estás a gusto o a disgusto? ¿Cómodo, relajado o inquieto?