Así es como se presenta ante nuestros ojos el desafío de animarnos a la diversidad, para permitirnos intercambiar experiencias, momentos, ideas y opiniones con amigos que quizás no comparten nuestras creencias —desde las más esenciales, como política y religión, a otras más específicas, como los deportes, la apreciación del arte, la historia y, por qué no, la cocina— pero de los que tenemos mucho por aprender (¡y viceversa!). Siempre, con el mismo moderador como requisito indispensable: el respeto.