Seamos conscientes de que acostarse con alguien es crear un espacio para que el otro intime, con la menor cantidad de prevenciones posibles, porque en la cama está expuesto tanto el cuerpo como tos sentimientos.
Pero en ella puede haber otros defensores de antiguos mandatos, que debemos tener en cuenta para que nos dejen ser felices. En principio:
No desconfiemos de la pareja. Despejemos las dudas antes de aventuramos a intimar.
Pongamos de entrada todas las reglas del juego y sus reparos:
«Te quiero mucho pero tengo miedo». Tengo un defecto. Me acosan las prohibiciones de la infancia. Me cuesta entregarme.» «Ayúdame a disfrutar sin preocupación.»
Los fantasmas familiares funcionaron como los guardianes de nuestra identidad. Aveces resultan crueles porque, en el afán de cuidarnos, se comportan como una madre sobreprotectora o un padre rígido, que no dejan crecer a sus hijos.
Pero si no nos apañamos de los mándate de mamá y papá para amar como adultos, no creceremos nunca. Enfrentar los fantasmas en la cama, permite profundizar la relación amorosa. Hay seres protectores más bondadosos que pertenecen a otra cultura. Contraria a nuestra óizadón occidental de tradición